Haciendo un breve recuento, para ilustrar mejor el tema en cuestión, recordemos que en el año 2016, luego de la visita histórica del anterior Presidente Obama a Cuba, se levantó la prohibición que permitió a la industria de cruceros del Caribe incluir escalas en Cuba, junto a otras medidas que sin duda flexibilizaron las relaciones entre ambas naciones.
Pero como decimos en buen cubano: “La felicidad del pobre, dura poco”, entonces llegó Trump y poco a poco fue revirtiendo todo, hasta llegar recientemente a la cancelación de las autorizaciones para barcos de recreo y de pasajeros, así como los traslados privados en avión.
El gobierno estadounidense ha vinculado el endurecimiento de estas restricciones de viajes a Cuba, con el apoyo que La Habana le brinda al Presidente Maduro, cuya autoridad es cuestionada desde enero por el jefe parlamentario Juan Guaidó, reconocido como presidente interino de Venezuela por Estados Unidos y medio centenar de países.
Por suerte hasta ahora tales cambios no afectan a las otras 11 categorías de viajes legales a Cuba, ni impiden los vuelos comerciales a la isla.
Sin embargo, esta decisión podría constituir un fuerte golpe para la economía de Cuba, que recibió más de un cuarto de millón de visitantes estadounidenses en los primeros cuatro meses de 2019, casi el doble del año anterior.
Tampoco debemos dejar de mencionar que la industria de los cruceros se verá muy afectada, pues Cuba quedará fuera un destino turístico sumamente popular en pleno arranque de la temporada de vacaciones de verano y se verán obligados a reembolsar dinero a los pasajeros que pretendían visitar sólo Cuba y que no estén interesados en otros destinos.